Todos conocemos la expresión "ojos que no ven, corazón que no siente." Está bastante acertada ¿no? Yo opino que queda un poco coja, porque también es cierto que "Oídos que no oyen, tal y cual."
Pues bien. Hoy mi padre en un intento de aparcar el coche, no tuvo más remedio que dejar al pobre en un paraje que nada tiene que envidiar a la playa de A Roda: nada más y nada menos que tras el matadero municipal de nuestro querido concello de Ourense.
Yo, o más bien ilusademí, salí toda contenta del coche dando saltitos de alegría (ir a comer pulpo es siempre un momento de felicidad) hasta que mi hermana preguntó: "¿Oísteis eso? Son las vacas."
Qué narices sabía la pobrecita mente de Crixu de qué vacas estaba hablando la muchacha y entonces empecé a mirar para todas partes pensando que iba a aparecer un granjero con 736483764823 vacas delante de mis narices.
Mi querida A. (que sabía que no estaba en su misma emisora) me señaló un edificio "tétrico", aunque esa no sea la palabra que mejor lo define. "Es el matadero."
A partir de ahí, empecé a oír a los pobres terneritos MUUUUUUUUUUUUUUU MUUUUUUUUUUUUUU...
Entonces la paranoia se empezó a apoderar de mí sin darme la más mínima tregua, por lo que las imágenes de los pobres animalitos se empezaron a suceder en mi terrible mente calenturienta y me puse en su lugar: te meten en un lugar extraño. Tienes una sensación entre nerviosismo y miedo. No sabes el por qué. Oyes los gritos de tus compañer@s MUUUUUUUUUUUUU MUUUUUUUUUUUU (equivalente a AAAAAAAAAAHHHHHHHHH en castellano). Son gritos de dolor y sufrimiento. Y a partir de ese momento, todo se acabó. Destino final. Qué poco irónico. Qué poco épico. Qué poco.
Digamos que me replantée el tema que me viene a la cabeza siempre que voy a la carnicería. Ser vegetariana. Los pobres animalitos, que a saber cómo los habrán matado; quién los echará de menos; que pensarían en el edificio ese; si se darían cuenta...
Pero es que tengo un problema: me gusta demasiado la carne como para dejar de comerla. Entonces... Será mejor evitar las visitas a carnicerías mataderos y demás historias.
Si ya lo decía el libro... el ignorante vive feliz. Pero, ¿quién quiere ese sino?