martes, 29 de abril de 2008

Érase una vez... Peixiño y Ninou en París

“Eres la española más alta de París.” Eso dijo tu voz en el piso 59 de la torre Montparnasse. Allí arriba, il faisait bon: un viento ligero, de ese que no te molesta, Stevan, de ese que trae olores de todos y para todos los gustos; la luz… nos bañaba con suspiros de satisfacción; la temperatura, alrededor de los 17 grados centígrados si mi sentido meteorológico no me engaña. Aquel extenuante sopor, el de las 16.00 h, nos embargaba y nos amenazaba con el tedio. El sopor que anunciaba el finaldenuestroviaje.

Qué altos estábamos. Tan altos que, con girar mínimamente la cabeza, podíamos recorrer 4 km de París. De Notre Dame al Sacré Coeur en 0.1 segundos. Impresionante. Pero si te paras a pensar un poco, Stevan, en la ciudad de la multicultural vida subterránea todo está juste à côté. ¿Te acuerdas? En medio de aquella calle, que perfectamente podía ser de Ourense y que ni siquiera conocías, estábamos juste à côté du barrio judío, el cual al mismo tiempo estaba juste à côté du Centre Pompidou juste à côté duquel nos encontrábamos, etc. Nada importaba si llovía, o si estábamos yendo en dirección contraria, el caso es que estábamos, como ya te digo, juste à côté.

“Qu’est-ce qu’on fait là? On va au ciné ?” Eso preguntó tu voz en el piso 59 de la torre Montparnasse. A decir verdad, pocas ganas me habían quedado de volver desde que me llevaste a aquél tan bonito en el centro de la ciudad de los turistas. Creo que jamás se borrará de mi memoria cómo nos agarrábamos del brazo en cada susto, en cada gota derramada por aquel ejército de… n’importe quoi. Como creo que jamás olvidaré ese miedo infantil que turbaba esa mirada inocente que tú tienes, esa mirada que todos hemos perdido con el tiempo pero que tú has conseguido conservar. Aquella noche, estoy segura de que ambos deseábamos que papá y mamá estuvieran allí para acariciarnos la cara y decirnos, a cada uno en un idioma diferente, “No pasa nada. Era sólo una película, no es de verdad.”

El silencio en el piso 59 de la torre Montparnasse hablaba por sí solo. Los recuerdos gritaban a los cuatro vientos y los gritos se esparcían por casi toda la ciudad. Uno sé que fue a parar al banco en el que nos sentamos delante de la Dama de Hierro. Qué tranquilidad, ¿verdad, Stevan? Los dos allí sentados, denunciando la gratuidad del turismo de hoy en día, de su falta de encanto y su falta de aventuras. Qué pena. ¿No te encantaría que se estableciera en todas las escuelas un método de aprendizaje a través de los viajes? Un mes de inmersión total en una cultura de diferencias abismales a la nuestra. Los futuros soñadores sí que conseguirían ensanchar su espíritu. Serían tan naturales y estarían tan llenos de esperanzas…

Pero si hay algo que realmente nos ha marcado en la ciudad de las mil y una caras, sin duda ha sido el musical de Le Roi Lion. ¿No crees? La ciudad subterránea, la mesa de la cocina de tus primos (Le robinet/l’aspirateur/la chaîne stéréo/la machine à laver marche comment?) e incluso el piso 59 de la torre Montparnasse eran lugares idóneos para alabar la voz de Rafiki, la luz y los disfraces del espectáculo. “Madre mía”, era lo único que alcancé a decir en el teatro más lujoso que mis pies talla 38 hayan pisado nunca. Madre mía…

Sólo un suspiro podría describir, del modo más exacto, esa semana en la que nos hemos vuelto a conocer con París como contexto de situación. Sólo aquellas lágrimas podían contestarte a...

Las carcajadas, los ojos abiertos como platos soperos, los gritos en la montaña rusa, la historia de París se quedaron en el piso 59 de la torre Montparnasse.

¿Ahora entiendes por qué soy la española más alta de París, Stevan?