lunes, 20 de octubre de 2008

Nocilla en las dos rebanadas

Santo dios, qué escena. Resulta un tanto cruel decir que era un espectáculo colmado de ternura.
El pequeño Milo, rojo de exasperación y lágrimas tintadas de frustración que nublaban sus infantiles ojos, lloraba desconsoladamente.
Xavier le rodeaba con su brazo, dulce, comprensivo, paternal. Sonreía para demostrarle al pequeño Milo que no había por qué estar triste. Comerían un bocadillo de pan bimbo con las dos rebanadas untadas de nocilla hasta los bordes. El sándwich del pecado original envuelto en papel de aluminio.
Al crío poco le importaba el azúcar en esos momentos. Él sólo quería que le devolvieran sus ruedines blancos y azules. ¿Por qué Xavier tenía que haber desempolvado su destornillador de la caja de herramientas? ¿Por qué lo despojaban de sus ruedines? ¿Por qué querían arrebatarle ese redondo capricho de la infancia? El equilibrio era inalcanzable. Eso era cosa de mayores, de mayores astronautas con muchos diplomas colgados de las paredes de su despacho. ¡Que alguien le devuelva su derecho a ser niño!
En aquella explanada, Milo parecía aún más pequeño de lo que realmente era. Un minúsculo punto en un infinito de hormigón agarrado a una bicicleta. Pequeño Milo.
Ahora ya era una cuestión de orgullo. "Papá, agárrame bien, que ahora voy a aprender a montar en bici." Casco de medio lado y manos en el manillar, Milo centró su mirada al frente, como si fuera a alcanzar la velocidad de la luz. Empezó a pedalear, tenso, seguro. Pedaleó. Pedaleó. Su mente se quedó de repente en blanco. Siguió pedaleando, cada vez más rápido e intrépido. Se secaron sus lágrimas de velocidad, su boca empezó a abrirse y se le cayó una sonrisa al suelo. La esquivó y soltó una carcajada ante tal hazaña. Se sintió como si el mundo se inclinara ante él porque ahora el pequeño Milo era el rey. "¡Bien, Milo, bien!" escuchó a su padre decir desde un lugar muy lejano... El pequeño Milo frenó y se acercó a Xavier. Con un tono solemne de voz, dijo: "Creo que ya es hora de que guardemos los ruedines."

miércoles, 15 de octubre de 2008

La mejor cama del mundo es pequeña e incómoda

Los nervios la estaban destrozando corrosivamente y aún así, Petra se regocijaba de gusto dentro de su cama.
La atmósfera fuera de su habitación, gélida. Una minúscula bocanada de aire te helaría el alma, los pulmones, la mente.
Petra se tapaba con la manta vieja de cuadros que le habían dado en la residencia. Joder, cómo picaba. "Bueno, a ver si puedo aguantar un poco..." Dio una vuelta. Dos. Tres y siete. "Creo que será mejor hacer la cama." Tardó un poco en levantarse, la pereza es la madre de todos los vicios (aun los dolorosos). Maldita sea, se le habían retorcido los pantalones del pijama. Se los colocó torpemente en la penumbra, o quizás debiéramos llamarle luz oscura. Ni siquiera las persianas de metal impedían el paso de la luz de las farolas de la calle, que se intuían a través del vaho del cristal. Cogió la sábana, la estiró y la metió por debajo del colchón. Manta, misma operación. Se vuelve a meter en la cama.
Se puso los auriculares y, cuando empezó la melodía, cerró los ojos imaginándose un caserón abandonado en un día gris. Era la melancolía que abrazaba a Petra por adelantado. Mucho tiempo de adelanto. Ese sopor... la sumía en una soledad muy dulce. Le empezó a dar pequeños mordiscos. Sabía a chocolate. Mordió ávidamente. Mordió mordió y mordió.
Se quedó dormida. Sola. Contenta. Extraña.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Manual sencillo en once pasos

1. Fiesta de disfraces/Mundial de Rugby.
2. Intercambio en Körschenbroich/Intercambio en Ourense (o de la reiterativa coincidencia).
3. Babel de Alejandro González Iñárritu.
4. Banda Sonora de Le fabuleux destin d'Amélie Poulain.
5. Hallowe'en.
6. Rue du Limousin, 9, 5ème étage.
7. Karma Police de Radiohead.
8. París.
9. El musical Le Roi Lion.
10. À Septembre.
11. T'es là, enfin...