martes, 8 de mayo de 2007


Entonces empezó a correr sin mirar atrás, sin importarle siquiera si dejaba algo importante atrás. Estaba harto. Corrió hasta que se encontró en un bosque donde nadie podría encontrarle. En ese momento paró. Casi no tenía aliento cuando se apoyó en un árbol y rompió a llorar. Se sentía desolado, dolido, maltratado. No podía soportarlo.
Ya casi sin lágrimas que llorar se incorporó y, decidido, emprendió su camino hacia el acantilado de los Báricos. Primero un paso, luego el otro... de ese modo llegó hasta el final. Se colocó al borde de la montaña. Notaba el viento fresco del otoño que entraba en sus pulmones y se acordó de su madre.
No volvió a sentir nunca más.

3 comentarios:

drowningspaces dijo...

:___)



another brick in the wall!


Mohinder te saluda.

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JOHNNY INGLE dijo...

A mi personaje de esta semana le pasó lo contrario: que se olvidó de llamar a su madre por el día de la madre: pero es que le pobre también estaba para tirarse por un barranco.

No sé si la de la foto comiéndose las yemas de los dedos nacidas de fresas eres tú. Es una foto increíble que no invita a seguir el bajón de la montaña, sino a escalar G 8's.

Malagueña Salerosa dijo...

La de la foto es Amélie de pequeña devorando fresas, aunque cualquiera podía haber sido esa niña tan inocente y alegre. Incluso ahora cualquiera podría serlo.