martes, 6 de noviembre de 2007

París. Monotema. La torre Eiffel









Mesdames et messieurs, hoy empezaré a relatarles la odisea parisina en la que se embarcaron 5 osados garçons et filles de diferentes puntos de la geografía ibérica.
No resultó nada sencillo: hoteles desaparecidos, hoteles completos, hoteles cuyos precios ascienden más allá de las capas atmosféricas, albergues juveniles que salvan vidas, heridas en los pies, nubes amenazadoras, coches que atropellan.
Sin embargo, estos jóvenes aventureros ¿no? perdieron en ningún momento la fe y decidieron continuar su camino del ninja hasta el final de los finales. Decidieron que ¡ninguna mujer de avanzada edad los volvería a engañar! El hecho de que la torre Eiffel apareciera en los momentos más insospechados los mantenía muy vivos y nerviosos. De ella empezaré a hablar hoy: la majestuosa torre Eiffel.

No con poco sufrimiento, el equipo Tararí más 1 se tropezó con un cartel que ponía: Place du Trocadéro et du 11-Novembre. A todos se les abrieron los ojos como platos y más de uno echó a correr para ver lo que tanto esperaban. Había unas ondas electromagnéticas que los atraía cada vez más, cada vez más, cada vez más, casi hasta que los enloqueció.
La explanada de unos 7364203489204 km2 albergaba un ejército de fotógrafos ruidosos (llamados turistas sedientos de monumentos), más ávidos por hacer una foto que por quedarse mirando algo realmente impactante: una torre que los observaba, los pretendía seducir con sus curvas femeninas.
Todos se quedaron mudos, ciegos o sordomudos ante tal envergadura y quisieron llorar. ¿Por qué llorar? Ojalá se pudiera explicar. Es simplemente cuestión de sentarse y mirar.
Nuestros valientes amigos bajaron corriendo las escaleras de la plaza para poder acercarse a la señora de las construcciones metálicas hasta tal punto que el cuello se les rompió y tuvieron que coserlo con hilo y aguja.
Pero la historia no terminaba aquí, algunos de ellos decidieron dar unos pasos más (exactamente 700 escalones) e intentar coronar aquello que les hacía palidecer de arriba a abajo. Muchos eran los que intentaban, con sus malignos hechizos, echarlos para atrás para que no lo intentaran. Pero fue todo en valde. Esperando durante una hora en una cola de gacelas, rinocerontes, tiranosaurios rex y algún que otro suricato, llegaron a la entrada. "Un pequeño escalón para nosotros, una gran grada para nuestras perversas vidas".Subiendo y subiendo se encontraron una extensa variedad de la fauna mundial que se sentía un poquito más feliz al ver a las multitudes a sus pies cuales hormiguitas obreras.
Pero no todo era felicidad, pues los tres jovenzuelos llegaron al segundo nivel de doña torredemillonesdeescalones para darse cuenta de que una enorme esfinge bloqueaba el acceso a lo más alto. Les propuso unas cuantas adivinanzas que nuestros compañeros se negaron a contestar, pues les pareció un acto de mala voluntad bajo los efectos de la neblina. Así que decidieron volver a bajar. Para su sorpresa, observaron los cadáveres de muchos escaladores que milenios antes decidieron llevar a cabo la misma aventura, sólo que, por aquel entonces, las tecnologías escaladuriles no eran lo que hoy en día son. Pero en cuanto bajaron otra vez a la dulce realidad de París, una sensación de beneplácito los embargó hasta las mismas pupilas. Habían conseguido mucho más de lo que jamás se habían propuesto. Ahora podrían continuar su viaje tranquilos, más jóvenes y experimentados, más frescos. Lo que no sabían eran las muchísimas más aventuras que les depararía la travesía parisina... Lo que no podían evitar era echar un "último" vistazo hacia atrás para abrazar la imagen de la Madame Eiffel.
Et hop.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

crixu! saes jodidamente guapaaaaa! arl! que ganas de verte =D

voume á cama que morro de sono, pero mañá leo esto con calma e cóntoche cousasbonitas =)

:********

Anónimo dijo...

Postal recibida!!!

De nuevo y cansinamente... Gracias!!!

Como me han comentado en el blog; " la ilusión que puede hacer una postal cuando viene de tan lejos!!"

Leyendo esto me dan ganas de volver "volando" a París, porque la única vez que estuve me quedé son ganas de mas...mucho más!!! jeje