martes, 2 de octubre de 2007

Tonterías que recuerdo. Parte I


A decir verdad, siempre tuve curiosidad por esos dos, de entre los que llegaron nuevos en 1º. Ni siquiera estaban en mi clase. Pero si salías de mi aula y te asomabas un poco a la derecha, podías ver la puerta azul semioscuro de la suya.
Recuerdo que en los recreos de aquella época de antaño tan cercana, nos gustaba hacer el cafre. Montar cualquier tipo de altercado era el pan de cada día: peleas de borradores, peleas de agua, peleas de gallos, peleas de peleas... Las típicas tonterías que hace cualquier jovenzuelo de 17 años que vive en Nunca Jamás.
En aquel entonces, mi único lazo de unión con ellos eran las conversaciones que manteníamos a distancia y sin que ellos se dieran cuenta, pues yo era una completa desconocida. ¿Qué tendría ese dúo que me llamara tantísimo la atención? ¿Quizás el hecho de que uno fuera altísimo y el otro bastante más bajo? ¿Que uno llevaba gafas y me resultaba interesante? ¿Que siempre estaban en la puerta de clase hablando y carcajeando? Había un ALGO que me mantenía expectante. He de reconocer a día de hoy y a modo de confesión que cada vez que me los cruzaba, pasando completamente desapercibida, me daba un pinchacito en el corazón. Llamémosle… No sé qué significaba, desde luego.

Una tarde gris y lluviosa de las de hacer muchos muchos deberes, apareció alguien en la pantalla de mi PC que quería hablar conmigo. Mi humor de perros lo mandó a hacer un sofrito de espárragos unas setecientas cuarenta y siete mil ochocientas noventa y cuatro veces. No sabía por qué me estaba molestando de ese modo. No había hecho nada malo. Pero no me gustaba ni un mísero ápice. Pero él insistió y me sentí una bruja aburrida. Otra oportunidad. Para mi sorpresa y para un vuelco de corazón, resultó ser uno de aquellos dos seres humanos tan cercanamente lejanos para mí. El por supuesto no me reconoció, pero quería que le saludase en el pasillo para saber de una vez por todas quién era. Como era de esperar, no quise hacerlo. Más por vergüenza que por otro motivo rechacé la opción de saludarle. Por otro lado, era muy divertido saber quién era, que él intentara descubrirme y que no lo consiguiera. Para mí era un juego muy entretenido ver que se acercaba a mí sin saber que realmente era yo para preguntarme por alguno de mis compañeros de clase.

“Pero si me viste, ¿por qué no me saludaste?” “No vi a nadie gritando esta mañana.” “Pues no me fijé.” Etc.

Desde invierno hasta cuasi verano, el cuento continuó de esta guisa. Hasta que un día…

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué intriga, quiero saber más! jeje.

Anónimo dijo...

ler esto con Janesays de fondo fai que te bote aínda máis de menos.
=(


I'm back! E cargadiña de eñes =D



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Subterranean Homesick Blues dijo...

quero máis!


:*************** (que todo vaia moi moi moi moi moi moi ben por aí, Crixu linda)

" MUCHOS TETOS " dijo...

Hola, que envidia me da leerte,como me gustaria poder escribir como tu, solamente para expresar mis sentimientos, poder dejar volar mi mente y plasmar asi de facil y sencillo(aunque se que ni es facil, ni es sencillo)los miles de imagenes, pensamientos que se me agolpan en mi mente y, que tratan por todos los medios de salir a la superficie y que alguien los pudiera leer. Te envidio sanamente, pero te envidio.

el_fary dijo...

te obligo a que pases por mi blog y termines el chiste que un dia comenzaste maldita bellaca

Anónimo dijo...

jo... como molas :(:(
estoy en la sala de informática más cutre de la historia (creo que este comentario ya lo debía hacer millones de veces)

y tengo clase dentro de 10 minutos

y ganas de veros :(

Un biquinho!
(no, aquí no tenemos enhes... maldito país... nhnhnhnhnh)

Anónimo dijo...

Pobre estupida, niña estupida... Crees que la vida consiste en tener una mierda de estas colgada en internet donde expones asquerosas ideas sacadas de peliculas de cine de autor kazajo... Ponte a estudiar, a nadie le importa tu mierda de mvida, eres una mas. Pobra estupida, niña estupida...